El Inca Maita Capac en el Valle del Colca
El pueblo de Yanque tiene una historia que le recuerda porqué no tiene agua.
Dice que el Inca Maita Cápac estaba de paso por el valle del Colca.
Primero llegó al pueblo de Cabanaconde. Cuando estuvo en Cruzpata miró al pueblo de Cabana. En Cruzpata el Inca, arrodillándose, lanzó lejos un choclo de maíz. Ese choclo llegó a Qhotopata, ahí se desgranó. Entonces lo condujeron al pueblo de Cabana. Ahí el Inca les dijo:
—Cultivarán maíz, taytas. Este maíz cultivado por ustedes, mantendrá a hijos como yo, de todas partes.
Así habló. Por eso al pueblo de Cabana van por maíz de toda la provincia de Caylloma. Cabana mantiene hasta a otras provincias. Hasta los Kanas vienen por maíz al pueblo de Cabanaconde.
Después se fue al pueblo de Maca. Ahí también todo el pueblo lo esperaba, hombres y mujeres. Las mujeres lo recibieron con mantos y con mantillas, todas de color negro. Aquí le invitaron chicha en un q’ero grande, mezclado con pito (maíz tostado y molido). Al tomar esto el Inca les preguntó:
—¿No está avinagrado?
Después el Inca desde el centro del pueblo les habló.
—¿Qué quieren ustedes, hijos?
Ellos dijeron:
—Déjanos el agua, tayta.
Por eso el pueblo de Maca tiene agua, desde esa vez.
Y se fue luego al pueblo de Achoma, donde le recibió todo el pueblo.
Le alcanzaron chicha:
—Toma esta chicha —le dijeron.
El Inca tomó chicha en un q’ero. Después de tomar la chicha el Inca dijo.
—!Haq ch’uma! (qué agrio).
Luego lo llevaron al centro del pueblo donde les habló:
—¿Qué quieren ustedes? —les preguntó.
Y le contestaron:
—Déjanos el agua.
Y el Inca dejó el agua en ese pueblo. Por eso en el pueblo de Achoma hay bastante agua.
El Inca era sabio, con humor. Al probar la chicha que le invitaron, dijo:
—!Haq ch’uma!, (qué agrio).
Y los de Achoma se quedaron desde entonces con el nombre de Ch’oma.
De eso viene el nombre de Achoma.
En Coporaque el Inca tenía su casa, era de puro bronce. Esta casa, cuan- do los españoles llegaron la destrozaron, Gonzalo Pizarro la hizo romper. Y de este material mandó fabricar herrajes para sus caballos.
Cuando el Inca llegó a Coporaque, le emparejaron con una joven Princesa, noble (t’alla). Con esta joven durmió y le puso el sobrenombre de qhupu raka. De eso viene el nombre de este pueblo de Coporaque.
Después llegó a Chivay, el pueblo entero lo esperaba y el Inca Maita Cápac les dijo:
—¿Qué quieren?
Y ellos pidieron:
—Déjanos el agua.
Luego pasó al pueblo de Yanque. En el pueblo de Yanque, le esperaron sólo unos cuantos. Lo recibieron dos comisarios agarrando sus varas. En- tonces el Inca les dijo:
—¿Qué quieren que les deje? Y le contestaron:
—No queremos nada. ¿Qué puedes tú dejarnos? Hombre que come como nosotros, acaso ¿tú puedes ser Dios para poder dejarnos algo a no- sotros? —le dijeron.
El Inca contestó:
—!Jaa..! Pueblo de penas, seguirán como están. En este pueblo tan solo habrá agua para los espíritus (aves).
El Inca, después de visitar este pueblo llegó a Juli. Y cuando en su anda estaba pasando por lo que es hoy el pueblo de Juliaca, un picaflor (q’inti) volando por lo alto del Inca, le había defecado. Y el Inca entonces dijo:
—Luli, juli aka (Juli aca).
Así también, desde esa vez, este pueblo se quedó con el nombre de Juliaca o sea, lugar donde el picaflor le defecó al Inka.
(Carmen Escalante y Ricardo Valderrama, pág. 267, “Tradiciones y leyendas arequipeñas”)
Ubicación: Biblioteca de la Institución Educativa
Dice que el Inca Maita Cápac estaba de paso por el valle del Colca.
Primero llegó al pueblo de Cabanaconde. Cuando estuvo en Cruzpata miró al pueblo de Cabana. En Cruzpata el Inca, arrodillándose, lanzó lejos un choclo de maíz. Ese choclo llegó a Qhotopata, ahí se desgranó. Entonces lo condujeron al pueblo de Cabana. Ahí el Inca les dijo:
—Cultivarán maíz, taytas. Este maíz cultivado por ustedes, mantendrá a hijos como yo, de todas partes.
Así habló. Por eso al pueblo de Cabana van por maíz de toda la provincia de Caylloma. Cabana mantiene hasta a otras provincias. Hasta los Kanas vienen por maíz al pueblo de Cabanaconde.
Después se fue al pueblo de Maca. Ahí también todo el pueblo lo esperaba, hombres y mujeres. Las mujeres lo recibieron con mantos y con mantillas, todas de color negro. Aquí le invitaron chicha en un q’ero grande, mezclado con pito (maíz tostado y molido). Al tomar esto el Inca les preguntó:
—¿No está avinagrado?
Después el Inca desde el centro del pueblo les habló.
—¿Qué quieren ustedes, hijos?
Ellos dijeron:
—Déjanos el agua, tayta.
Por eso el pueblo de Maca tiene agua, desde esa vez.
Y se fue luego al pueblo de Achoma, donde le recibió todo el pueblo.
Le alcanzaron chicha:
—Toma esta chicha —le dijeron.
El Inca tomó chicha en un q’ero. Después de tomar la chicha el Inca dijo.
—!Haq ch’uma! (qué agrio).
Luego lo llevaron al centro del pueblo donde les habló:
—¿Qué quieren ustedes? —les preguntó.
Y le contestaron:
—Déjanos el agua.
Y el Inca dejó el agua en ese pueblo. Por eso en el pueblo de Achoma hay bastante agua.
El Inca era sabio, con humor. Al probar la chicha que le invitaron, dijo:
—!Haq ch’uma!, (qué agrio).
Y los de Achoma se quedaron desde entonces con el nombre de Ch’oma.
De eso viene el nombre de Achoma.
En Coporaque el Inca tenía su casa, era de puro bronce. Esta casa, cuan- do los españoles llegaron la destrozaron, Gonzalo Pizarro la hizo romper. Y de este material mandó fabricar herrajes para sus caballos.
Cuando el Inca llegó a Coporaque, le emparejaron con una joven Princesa, noble (t’alla). Con esta joven durmió y le puso el sobrenombre de qhupu raka. De eso viene el nombre de este pueblo de Coporaque.
Después llegó a Chivay, el pueblo entero lo esperaba y el Inca Maita Cápac les dijo:
—¿Qué quieren?
Y ellos pidieron:
—Déjanos el agua.
Luego pasó al pueblo de Yanque. En el pueblo de Yanque, le esperaron sólo unos cuantos. Lo recibieron dos comisarios agarrando sus varas. En- tonces el Inca les dijo:
—¿Qué quieren que les deje? Y le contestaron:
—No queremos nada. ¿Qué puedes tú dejarnos? Hombre que come como nosotros, acaso ¿tú puedes ser Dios para poder dejarnos algo a no- sotros? —le dijeron.
El Inca contestó:
—!Jaa..! Pueblo de penas, seguirán como están. En este pueblo tan solo habrá agua para los espíritus (aves).
El Inca, después de visitar este pueblo llegó a Juli. Y cuando en su anda estaba pasando por lo que es hoy el pueblo de Juliaca, un picaflor (q’inti) volando por lo alto del Inca, le había defecado. Y el Inca entonces dijo:
—Luli, juli aka (Juli aca).
Así también, desde esa vez, este pueblo se quedó con el nombre de Juliaca o sea, lugar donde el picaflor le defecó al Inka.
(Carmen Escalante y Ricardo Valderrama, pág. 267, “Tradiciones y leyendas arequipeñas”)
Ubicación: Biblioteca de la Institución Educativa